Ruptura emocional

Hacía frío en el cuarto, por lo que decidí ponerme una gruesa chamarra, un solo foco colgaba del techo e iluminaba la estancia, se mecía como un péndulo que buscaba alumbrar la oscuridad contenida en cada uno de nosotros. Nada en ese lugar era cómodo, las dos sillas de metal, la mesa cuadrada que nos separaba y el criminal sentado frente a mí.

Era un trabajo al que ya me había acostumbrado, después de 35 años de realizar la misma labor ya estaba preparado para romper con la mente de cualquier delincuente que se me presentara, pero esta vez era diferente, porque aquel hombre era un asesino, había matado a 17 mujeres y no mostraba indicios de que fuera a terminar, el problema era que nunca podían comprobar que él las asesinara, a pesar de ser muertes brutales, repletas de sangre y dolor, en sus manos no había pista alguna de que lo hubiera hecho.

Su rostro no expresaba culpa o remordimiento, tan solo era una piedra, estaba vacío por dentro, tenía que despertar de alguna manera esa conciencia perdida, así que comencé.

—No entiendo porque el ser humano obra de este modo, porque tiene que irse por lo difícil y complicado, como si se tratara del consumo de una droga ilegal, que en parte lo que hace que desees consumirla es el misterio por el cual se convirtió en algo prohibido para la ley, te hace sentir poderoso porque sabes que estás haciendo algo que los demás no y a pesar de que el miedo te carcome hasta los huesos hay una sensación más grande de adrenalina, de saber que si eres descubierto puedes meterte en graves problema. Después al hacerlo más veces con el resultado de salir invicto te hace querer continuar en ello, desafiar toda ley para burlarte de los límites que los demás siguen, bajo los cuales se rige el grueso de la población, pero que a ti te convierten en alguien distinto, por un momento aunque sea dejas de ser parte del rebaño, te convierte en la oveja negra y  tienes la ilusión de que estás en la cima de la montaña.

Observe su rostro y pude ver como una gota de sudor corría por su frente, una sonrisa pícara se dibujó en sus labios, lo estaba consiguiendo, pronto cedería.

—El problema aquí es que justo cuando te crees invencible, es cuando más cercano estás al borde del precipicio, dejas de preocuparte por tus acciones “peligrosas”, dejas huellas pensando que nadie las verá porque estás protegido por un halo divino que las hará invisibles, cuando no es así, y si nadie llega a encontrarte, te sentirás desesperado, porque creerás que a nadie le importas, eso es cierto, así que tu deseo de fama, de ser conocido como aquel hombre que desafío toda regla y se salió con la suya, va a hacer que tú mismo prepares tu caída.— Hice una pausa para tomar un sorbo de agua, me sentía acelerado y mi cuerpo sudaba. — Encontrarás la manera de que tu último crimen se convierta en el más importante, que sea una obra de arte, planearás de manera delicada cada uno de los detalles necesarios para que tu nombre salga en los libros de historia. Sabes que puedes huir, evitar enfrentarte a la justicia, simplemente parar con todo, pero eso ya no es una opción. Lo único que quieres es devorar como un perro ese bistec crudo al que llamamos fama.

Al final realizas tu obra maestra, decides quedarte ahí, esperar a que las autoridades lleguen, los recibes con una sonrisa y les dices, “¡Fui Yo! ¡Castíguenme, no son nada contra mí!”, pero ¿Sabes qué va a pasar cuando te agarre?

Por primera vez el hombre levanta el rostro y sin decir palabra hace la pregunta, « ¿Qué va a pasar?». — Nada, así es, nada va a pasar, porque en mi deseo de aniquilarte, haré que nadie hable de ti, fingiremos que todo fue un accidente, inventaremos otro crimen, mientras te encierro en la cárcel  para que te pudras hasta  el final de tus días. Así que decide confesar ahora en que te podemos dar la gloria de ser reconocido, tú nombre será exhibido en todos los programas de televisión, revistas, periódicos, foros y redes sociales, o sal de aquí y deja que el destino te alcance para que yo pueda hacerte sufrir.

Lo había logrado, el hombre iba a hablar, abrió la boca para confesar, pero como si hubiera estado escrito por Dios, se tomó del pecho y en un grito ahogado se desplomó, el asesino había muerto sin pagar su condena.