Enfrenta tu destino

Las puertas del templo sagrado se abren, el profeta se decide a entrar, aunque no sabe que se encontrará adentro, pero está seguro en que es su destino y debe dejar de escapar de él.

Da un paso en el interior de la estancia y el exterior se desvanece, ahora está encerrado en el recinto.

Todo es blanco, «¿Estaré en el cielo?» Se pregunta. Camina y no logra topar con el final, ni a un lado, ni al otro. No hay paredes, es un limbo, el tiempo ha dejado de existir, «¿Quién soy?, ¿Quién era?, ¿En qué me convertiré?», se cuestiona. Más no hay respuesta que resuelva la espiral insana en la que se encuentra.

Pasan segundos, tal vez horas, días o años, la masa abstracta de tiempo parece no tener sentido.

En un instante es un niño, en otro joven, adulto y viejo. Hombre, mujer. Nada. Nada. Nada ¡Nada!

— ¡Por favor sácame de aquí! — Grita con todas sus fuerzas — ¡Ya no aguanto este purgatorio!

No hay respuesta. Se sienta en el suelo, se toma de las rodillas y hunde la cabeza en ellas.

Pasa un rato y se serena, deja que la experiencia lo penetre.

Cruza sus piernas, junta sus manos en una plegaria y con la espalda erguida respira profundamente.

De su pecho surge una pequeña risa que se transforma en una sonora carcajada.

— ¡Eres un genio Señor! — Exclama con lágrimas de felicidad en los ojos — No soy nada, nunca más me quiero definir.

El profeta se desnuda y comienza a danzar ante la melodía de Dios.

Su cuerpo se desliza por la existencia, al abrir los ojos se encuentra con que el vacío se ha desaparecido y el Cosmos entero se le presenta como regalo divino.

Baile en el lago

Estaba triste lo cual no era extraño ni un evento cósmico que solo ocurriera cada cierto tiempo, más bien era el estado natural de Josué, deprimido, sin sentido, nada le era agradable, más bien cada cosa que se le cruzaba la percibía como otra piedra para cargar en sus hombros.

No soportaba estar continuamente así, había intentado ir a terapia, a meditaciones guiadas, acercarse a la religión, hasta a rituales new age, pero nada remediaba su estado de ánimo, cada día estaba más cerca de la locura, porque le era imposible sentirse feliz. Recordaba momentos de alegría, pero nunca la plenitud que veía expresada en otras personas, que se veían tan ligeras, casi como si en cualquier momento fueran a despegar y a volar como cometas en el cielo.

En un momento de lucidez decidió salir a dar un paseo por las calles de su pintoresco pueblo, caminó hasta la orilla del lago, en la cual estaba un hombre que reía a carcajadas, solo, pero que parecía estar disfrutando de la compañía de alguien más, danzaba, sus movimientos eran suaves y fluidos.

Josué se quedó un rato observándolo confundido, intentaba descifrar la razón de su gran festejo, el señor volteó y con una sonrisa le invitó a acercarse.

— Me tengo que ir, ya es tarde, pero gracias — Dijo Josué mientras apuntaba a su reloj y retomaba su camino, pero el hombre corrió hasta él y lo tomó del hombro, Josué se asustó con al sentir el contacto del extraño, pensó que lo iba a lastimar.

— Ven, te invito a celebrar el lago me ha dicho que necesitas de él.

— Emmm… Lo siento, pero me… tengo… que… ir…

— Solo serán unos minutos, no te haré daño.

Josué se quería negar, pero sabía que mientras más se negara, más le iba a insistir aquel hombre, así que prefirió acercarse y pasados unos minutos se retiraría.

Se sentaron en el suelo en la orilla del lago, él hombre puso sus manos en la cabeza de Josué, que comenzó a sentir calidez, la cual se convirtió en paz con el paso de los segundos.

— Deja de pensar tanto y entrégate al momento — Le dijo en un susurro casi inaudible.

Josué estaba tan relajado que no quiso contestar, tan solo sonrió y respiró profundamente el limpio aire del lago, comenzó a escuchar una melodía, era antigua y no se asemejaba a ningún instrumento, más bien era la mezcla de todos los sonidos del lugar que generaban un ritmo fresco y disfrutable, se dejó llevar por la música y dejó que su cuerpo guiara sus movimientos, se empezó a mover con suavidad y fluidez como respuesta al regalo que le había sido dado por la tierra.

Cuando abrió los ojos ya no había nadie, miró a su alrededor pero ni siquiera pudo encontrar huellas de que otra persona hubiera estado ahí, se preocupó un poco, pero después recordó lo bien que se sentía y continúo danzando ante la bella escena que tenía frente a él.

Desnudez

Desnuda, desnudo, desnudez.

Los cuerpos sin ropa danzan alrededor del fuego que da vida y calienta el corazón.

Con su rito sagrado bendicen al pájaro que saluda la aurora y despide el alba.

Querida luna baña nuestros cuerpos con la pureza de tu luz,

Haz que la locura se filtre por cada uno de nuestros poros.

Somos amantes lunares, una pareja que vino de los astros.

Toco tu piel con la yema de mis dedos y me estremezco con la plenitud de tu ser.

Nos sentamos el uno frente al otro en una reverencia,

Te miro a los ojos y sonrío al sentir que tus ojos me ven.

Entrelazamos nuestros dedos y en un flujo continuo de movimientos nos empezamos a conocer.

Recorro tu cuerpo centímetro por centímetro, generamos un mar de sensaciones que nos elevan a lo supremo.

Tus besos son la suave caricia de un amor largo tiempo añorado.

Estamos en un concierto, nosotros hacemos la música, somos los instrumentos de la orquesta.

La melodía se introduce en nuestro ser.

Cuerpo humano repleto de misterios, espíritu ancestral que regresa a su creador,

Permite que nuestra canción llegue a los oídos de la humanidad y con cada nota de amor la consciencia despierte.

Bendición de la vida, eterno instante.

Yo era un puñado de miedos y en tu fuerte abrazo me disolví.

Me convertí en parte de ti y tú en parte mía.

Un acto poético es estar contigo,

Mirarte, besarte y convertirnos en Uno.

Un alma, un corazón, una consciencia plena.

Me despido del terror de perderte, porque al entregarme a ti me entrego a la existencia entera.

Nunca más solos, adiós al abandono y la miseria que durante años nos mantuvieron presos.

Bienvenido amor en su expresión más pura que yace escondido en los ojos de una bella mujer.